La buena educación: tarea de los padres

Consejos para la educación de los pequeños de la casa.

Quién no recuerda, antes de ser padre, haber visto en una tienda, el parque o un restaurante, aun niño absolutamente descontrolado o a una adolescente huraña contestándole mal a todos a su alrededor. Casi invariablemente nos habremos preguntado, tal vez mientras movíamos la cabeza con signo de desaprobación: “¿Pero qué tipo de padres tiene este niño?".

EL TIEMPO VALE MAS QUE EL ORO

Jessy  y su esposo son padres de un niño de 10 años y una pequeña de 4. Ella trabaja ocho horas diarias, que, en realidad, siempre son más. Los niños van al nido y al colegio y los recoge la abuela. Cuando, finalmente, llegan ella y su esposo a casa, se sienten exhaustos y tienen que sacar fuerzas de donde sea para jugar un rato y acostar a sus hijos. Obviamente, no pueden darse el lujo de renunciar a sus trabajos.

¿Qué hacer entonces?

Aquí entra el dicho “calidad de tiempo más que calidad”. Es importante que el tiempo que pasemos con nuestros hijos se lo dediquemos en exclusiva, es decir, no mientras vemos televisión, ni entre llamadas telefónica. Un momento ideal para compartir en familia en la hora de la comida, cuando los niños pueden aprender valores importantes como la colaboración, la puntualidad y el respeto. Todos los miembros de la familia comparten sus experiencias del día y los padres aprovechan para transmitir temas éticos y buenos modales a sus hijos de manera fresca y espontánea, sin recurrir al sermoneo.

EL MAL EJEMPLO

Otro aspecto esencial es el ejemplo. No debemos descuidar en ningún momento nuestro comportamiento delante de nuestros hijos. Incluso antes de hablar, los niños nos entiende; tal vez no el significado exacto de nuestra palabras, pero sí nuestros gestos, el lenguaje corporal, el tono de nuestra voz. Los niños lo absorben todo. Por eso, no hay que sorprenderse cuando, por ejemplo, una niña de 6 años le diga al profesor que se calle la boca, si sus familiares se lo dicen constantemente. Ella sólo esta imitando esta conducta.

Pero nada convencerá a un niño , y menos a un adolescente, de ser educado si convive entre personas agresivas, engreídas y groseras, que se encienden a la mínima provocación, o si su familia no le pone límites ni le enseña, con tiempo y con el ejemplo, a ser educado desde pequeño. Debemos, por lo tanto, ser equilibrados con lo que decimos y cómo nos comportamos. Por ello, la mejor manera de mejorar los modales de nuestros hijos tal vez sea mejorar los nuestros.

Hasta la próxima con más consejos.

Si te gustó, compártelo: